Esta es la pregunta que me surge cuando pienso en los niños con problemas de conducta que abundan en las escuelas.
No creo que sea casual que aumenten día a día los alumnos que desafían las reglas aceptadas por las antiguas generaciones, y abunden las consultas a psiquiatras y psicólogos y a expertos que ayuden a trabajar con determinados niños , frente a los cuales los maestros nos sentimos indefensos y carentes de estrategias de acción.
Muchos de estos niños iniciaron su etapa escolar algún día con la ilusión de satisfacer sus propias expectativas y las de su familia.
Todos aspiraban a relacionarse con los compañeros y aprender lo que la escuela enseña con alegría y optimismo.
¿Qué ocurre en la práctica?
Algunos niños se sienten felices porque sus expectativas se cumplen, pero un alto porcentaje desde edades muy tempranas comienza a quedar fuera del circuito de aprendizaje.
Las causas son múltiples:
-bajo nivel cultural de las familias.
-bajo desarrollo del lenguaje.
-Bajo desarrollo  psicomotriz
- Baja expectativas familiares con respecto a la educación.
-Antecedentes familiares.
- Dificultades de aprendizaje o  discapacidades intelectuales, motrices, visuales, auditivas, personalidad, etc.
- Aptitudes.
- Desarrollo de diferentes inteligencias (múltiples)
-Motivación y deseos de aprender
Podemos continuar enumerando causas que siempre estarán fuera del ámbito escolar y sobre las que los maestros poco o nada podemos hacer.
Lo cierto es para muchos de los alumnos cada día concurrir a la escuela  es lo mismo que asistir durante cuatro, seis , ocho horas a clase de chino y no poder hablar su idioma ni un instante.
Imaginen los que sería nuestra vida si tuviéramos que vivir esta situación a diario y durante 180 días al año.
 Más de uno gritaría, haría berrinches y hasta golpearía con furia a los compañeros más cercanos.
La imagen que recibiría de si mismo se tornaría cada día más pequeña, porque no actuaría cómo se espera que lo haga y el mundo es de los que hacen cosas esperables y se comportan dentro de la norma.
Mientras tanto los años van pasando, se repite 1º y se encara el año de la misma forma. A veces con suerte se cambia de maestro o de escuela. Otra vez repetir 1º, no se adapta a los cambios, no se interesa, no aprende. A la tercera repetición se tiene el pase asegurado de aquí a 6º año y el cartel de que es imposible que aprenda de por vida.
Lo triste de todo esto, es que el niño termina convencido y sus maestros también de esta empresa educativa no es rentable y sólo da pérdidas .
A veces, sucede el milagro de que un maestro descubre en él o ella un gran potencial escondido y encuentra la forma de sacarlo a la luz.
¡Qué hermoso ese momento en el que se descubre que en nuestro cerebro hay ideas, conceptos y no es algo hueco como todos pretenden hacerles creer!
Otros niños no tienen esa suerte y terminan en manos de psiquiatras tomando Ritalina  y otros medicamentos para regular el humor y la conducta.
Maud Mannoni (1981,pág. 61) expresa al respecto” la educación ha cedido paso a la instrucción, ésta se ha convertido en una empresa imposible y ha cedido su sitio a la medicina. Todo este desplazamiento ha engendrado la aparición de una entidad mística denominada “Equipo psico-médico” que constituye uno de los fenómenos más inquietantes de nuestra época”
Hoy se sabe que la medicación dada en forma indiscriminada es riesgosa, y es sofocar el pedido de ayuda de un niño.
Otros terminan en Escuelas de Educación Especial, cerrando las puertas a las oportunidades.  En la práctica un pase de Escuela Especial condiciona la inserción laboral y las oportunidades de desarrollo educativo, lamentablemente.
No será el momento de preguntarnos: ¿qué ocurrió primero?, si la falla estuvo en el aprendizaje y el fracaso escolar determinó después el problema de conducta o es al revés.
Preguntarnos cada día, ¿para qué niños planificamos? y ¿a cuáles descuidamos?  ¿Por qué sistemáticamente lo seguimos haciendo con la excusa de que no sabemos o que no podemos ayudar al que no aprende?
Es bien cierto, también que la escuela y los maestros enfrentan cada día más demandas de la sociedad y se desdibuja el rol para el cual fue creada.
Son tantos los problemas que maestros, directores  deben abordar a diario, que desgastan y desvían los centros de atención y desdibujan la labor.
Ha llegado al punto de que muchos nos preguntamos sobre el origen de nuestra vocación.
Cada día se hace más necesario trabajar en equipo y que existan muchas mentes pensando en cómo resolver una situación, un verdadero trabajo colaborativo para encontrar las respuestas que esperan con urgencia nuestros niños.
Muchas escuelas cuentan con maestros de apoyo que colaboran con el maestro de clase, promoviendo estrategias adecuadas para los alumnos con dificultades, adecuaciones curriculares de acuerdo a sus necesidades educativas y sus potencialidades.
En la actualidad existen también los Maestros Comunitarios, cuya función fundamental es acercar la escuela a la comunidad en la que esta inmersa y elaborar propuestas alternativas de aprendizajes para el alumnado.
O la reciente propuesta de extensión horaria, son todas formas de llegar  a estos niños que tienen las condiciones para aprender, pero para los cuales lo que se habla en la escuela, parece dicho en chino.
Crear cargos de Maestros de Apoyo en las escuelas, con gente capacitada y formada en dificultades de aprendizaje y estrategias de recuperación pedagógica que beneficien a toda la escuela es una alternativa razonable.
No un maestro para dos, tres o diez escuelas, sino en lo posible uno por turno en aquellas escuelas con mucho alumnado.
Trabajar en forma conjunta con los maestros comunitarios y los maestros de clase, muchas personas pensando…
 Martha Fernández.






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